El dolor

El dolor

El dolor es algo que todos conocemos —desde un pinchazo rápido hasta una molestia que no se quita—, pero es mucho más que una sensación desagradable. El dolor es una experiencia compleja que mezcla señales físicas con emociones, memoria, contexto y significado. Comprenderlo en profundidad y desde un enfoque funcional (que busca las causas, no solo los síntomas) cambia radicalmente cómo se maneja y cómo se vive con él.

¿Qué es el dolor?

La definición revisada por expertos dice que el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada con daño real o potencial en los tejidos, o descrita en términos de tal daño. Es decir: puede haber daño físico o no, pero la persona siente dolor y esa experiencia es real.

Tipos y mecanismos

Desde la práctica clínica se distinguen tres grandes mecanismos que ayudan a entender por qué duele y qué funciona para cada caso:

  • Dolor nociceptivo: surge por activación de receptores del daño (nociceptores). Ej.: esguinces, artritis, quemaduras.
  • Dolor neuropático: causado por lesión o disfunción del sistema nervioso (nervios periféricos o médula). Ej.: neuralgia, neuropatías diabéticas.
  • Dolor nociplástico: resultado de una alteración del procesamiento del dolor en el sistema nervioso central sin una lesión evidente que lo explique completamente (por ejemplo, muchos casos de fibromialgia o dolor difuso). Este término fue adoptado por la IASP para reconocer que a veces el dolor nace de cómo el sistema nervioso procesa las señales.

Reconocer el (o los) mecanismo(s) guía el tratamiento: lo que ayuda en dolor nociceptivo (ej. fisioterapia para una lesión) no siempre es suficiente en dolor neuropático o nociplástico (donde la reentrenación del sistema nervioso y las estrategias multidisciplinares son clave).

¿Por qué a veces el dolor persiste? — Sensibilización central

El sistema nervioso puede volverse “más sensible”: pequeñas señales se amplifican y generan dolor exagerado (hiperalgesia) o respuesta a estímulos no dolorosos (alodinia). A esto se le llama central sensitization y es fundamental en muchos dolores crónicos. El fenómeno implica cambios en la excitabilidad y la comunicación neuronal en la médula y el cerebro, y explica por qué el dolor puede persistir incluso cuando la lesión inicial ya está reparada.

¿Qué tan frecuente es el dolor crónico?

El dolor crónico (dolor que dura 3 meses o más) es un problema de salud pública: afecta a una proporción significativa de adultos —en muchos países alrededor del 20%— y en algunos estudios la cifra es aún mayor. Esto lo convierte en una de las principales causas de discapacidad y pérdida de calidad de vida.

Enfoque funcional: objetivos y principios

Un enfoque funcional del dolor busca reducir el sufrimiento y restaurar la funcionalidad a través de intervenciones integradas que actúan sobre:

  • el cuerpo (movilidad, inflamación, sueño, nutrición),
  • la mente (emociones, pensamientos, estrés),
  • el entorno (trabajo, apoyo social) y
  • la biología del dolor (reentrenamiento nervioso, fármacos cuando sean necesarios).

Principios clave: tratamiento multimodal (varias herramientas a la vez), personalización, educación sobre el dolor y búsqueda de la causa o factores que mantienen el dolor.

Evaluación: cómo se estudia el dolor

Una buena evaluación incluye:

  1. Historia clínica completa: cuándo comenzó, factores que lo empeoran/ alivian, impacto en la vida diaria.
  2. Escalas y registros: escala numérica (0–10), cuestionarios de dolor, diarios de síntomas.
  3. Examen físico neuromusculoesquelético y neurológico.
  4. Pruebas complementarias (imágenes, analítica) solo si hay sospecha de enfermedad subyacente o signos de alarma.
  5. Valoración biopsicosocial: sueño, estado emocional, trabajo, apoyo familiar.

Señales de alarma (cuando buscar atención urgente)

Acudir a urgencias o al servicio médico de inmediato si aparece cualquiera de estos signos:

  • Dolor súbito y muy intenso en pecho o dificultad respiratoria.
  • Debilidad súbita, pérdida de sensibilidad, dificultad para hablar o visión borrosa (posible ictus).
  • Pérdida reciente del control de esfínteres o debilidad progresiva en las piernas (síntoma de compresión medular/cauda equina).
  • Fiebre alta con dolor de cabeza fuerte y rigidez de nuca.
  • Enrojecimiento, calor y hinchazón localizada en una pierna con dolor (posible trombosis venosa).

Estrategias funcionales: qué suele ayudar

1) Educación sobre el dolor

Entender que el dolor es una experiencia protectora y que el sistema nervioso puede “aprender” a amplificarlo ayuda a reducir miedo y evitar conductas de evitación. La educación es una intervención terapéutica poderosa.

2) Movimiento y ejercicio dirigido

Moverse de forma gradual y dirigida (programas de ejercicio, pilates, natación, caminatas) mejora fuerza, flexibilidad, circulación y regula el sistema nervioso. Graded exposure (exposición gradual) y pacing (dosificación de actividad) evitan flares y reconstruyen capacidad funcional.

3) Fisioterapia y terapia manual

Terapia manual, reentrenamiento motor, trabajo postural y ejercicios específicos pueden corregir patrones de movimiento que perpetúan el dolor.

4) Sueño y recuperación

El sueño insuficiente empeora la sensibilidad al dolor. Higiene del sueño, ritmos regulares y tratamiento de apneas si las hubiera son esenciales.

5) Nutrición antiinflamatoria (soporte, no cura)

Patrones alimentarios que promueven menos inflamación suelen ayudar al bienestar general: alimentos integrales, abundantes verduras, frutas, grasas saludables (omega-3), especias antiinflamatorias (cúrcuma, jengibre). Evitar ultraprocesados y azúcares refinados. (Consultar con un profesional antes de añadir suplementos.)

6) Manejo del estrés y emocional

Técnicas de respiración, mindfulness, psicoterapia (TCC, ACT), manejo de ansiedad y depresión mejoran la tolerancia al dolor y la funcionalidad.

7) Intervenciones farmacológicas

Analgesia escalonada según necesidad: paracetamol/antiinflamatorios para dolor nociceptivo, fármacos específicos para dolor neuropático (gabapentinoides, antidepresivos), y opioides solo en casos seleccionados y cortos por riesgo de dependencia. Las guías recientes recomiendan priorizar tratamientos no farmacológicos y la toma compartida de decisiones.

8) Terapias complementarias con evidencia parcial

Acupuntura, estimulación eléctrica transcutánea (TENS), terapia ocupacional, programas estructurados de rehabilitación y terapias psicológicas tienen evidencia para ayudar en diferentes tipos de dolor crónico (siempre integradas a un plan global).

Plan de autocuidado práctico                                                                          Recuerda: adapta a tu situación y consulta con tu equipo de salud.

  • Mañana: 7–8 h de sueño; 5 minutos respiración consciente al despertar; desayuno con proteína + fruta + fuente de grasas (ej. yogur con nueces y frutos rojos).
  • Media mañana: paseo suave 10–20 min (si toleras); estiramientos de cuello y hombros.
  • Mediodía: comida con verduras, legumbre o pescado y arroz integral; 5–10 minutos de relajación.
  • Tarde: actividad que fortalezca (ej. 20–30 min pilates o ejercicios de fuerza ligera 2–3x/semana).
  • Noche: cena ligera; rutina relajante antes de dormir (sin pantallas 30 min antes).
  • Diario: registro breve de dolor (hora, intensidad 0–10, desencadenantes, qué ayudó).

Manejo de crisis

  1. Pausar actividad desencadenante.
  2. Aplicar medidas locales: frío/calor según lo que te funcione.
  3. Respiración 4-4-8 (inspirar 4s, sostener 4s, exhalar 8s) x 5 repeticiones.
  4. Analgésico de rescate según pauta médica (si está indicado).
  5. Comunicación con el equipo de salud si el flare no cede en 48–72 h o empeora.

Pautas para trabajar con tu equipo de salud

  • Busca un enfoque multidisciplinario: rehabilitación, medicina del dolor, psicología, nutrición.
  • Pide objetivos funcionales (ej.: caminar al parque, volver a trabajar) más que “dolor 0”.
  • Revisa regularmente los tratamientos (beneficios vs. riesgos).
  • Considera programas estructurados para dolor crónico (rehabilitación interdisciplinaria).

El dolor no es fracaso ni inevitabilidad

El dolor crónico puede ser devastador, pero hay rutas de mejora. Tratándolo con un enfoque integral (médico, físico, psicológico y social) muchas personas recuperan capacidad, reducen sufrimiento y vuelven a actividades significativas. Cambiar la relación con el dolor —desde el miedo y la evitación hacia la comprensión y la acción dirigida— es una de las claves para recuperar la vida.