La felicidad: un paso para eliminar la adicción al sufrimiento
De acuerdo a Mattieu Ricard, considerado el hombre más feliz del mundo, la felicidad es "una forma óptima de ser que resulta del cultivo de muchas cualidades fundamentales como el altruismo, la compasión, la libertad interior, la resilencia, el equilibrio emocional, el equilibrio interior, la paz interior y otros”.
Una definición que me parece fascinante, ya que muchas personas creen que la felicidad se basa en que todo esté bien; pero en realidad, la felicidad se basa en saber vivir en lo cómodo y en lo incómodo, y observar cada experiencia como una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. Muchas veces para satisfacer esta necesidad de ser feliz se buscan placeres inmediatos y normalmente relacionado a hábitos que impactan negativamente nuestra salud, ejemplo el consumir alimentos con exceso de azúcar. M. Ricard menciona que el pensar que la felicidad es una sucesión interminable de sensaciones placenteras, es una receta para el agotamiento. A diferencia, las prácticas de la verdadera felicidad se cultivan mediante la práctica, la constancia, y e entrenamiento de nuestra mente.
La práctica espiritual juega un papel fundamental, basado en disfrutar la vida (nuevamente refuerzo la importancia de disfrutar tanto lo “bueno” como lo “malo”), pero al igual estar al servicio de los demás. La definición de altruismo es muy interesante: actuar en el mejor interés de los demás, y esto es básica, ya que somos seres sociales y es muy importante crear un sentido de comunidad. En resumen, traer felicidad también a los demás. La vida es dar y recibir, y como decimos en la salud funcional, somos mente, cuerpo, emociones y espíritu, interactuando en un entorno. El buscar el equilibrio de ello nos lleva a vivir con calidad.
Parte de nuestra felicidad significa no aferrarse excesivamente a fines materiales como el dinero, sino en la simplicidad sentirse satisfecho. Cualquier persona altruista, compasiva, amable y abierta a los demás es una persona capaz de ser feliz. Encontrar nuestra felicidad y sentido de trascendencia no se logra de la noche a la mañana, es un progreso largo y sin fin. Pequeñas acciones diarias y constancia en prácticas tan simples como la gratitud y la compasión nos permiten lograrlo. Mi recomendación más simple a mis pacientes siempre es que al despertar sonrían, posterior se permitan agradecer algo. En lo personal, me fascina agradecer el simple hecho de tener la oportunidad de vivir otro día. Y en la noche permitirse agradecer momentos importantes del día, incluso aquellos que nos desafían pero que nos brindan grandes conocimientos. Esto nos va a permitir la neuroplasticidad cerebral, pero también nos va a permitir reducir nuestro estrés, limitando la expresión genética de aquello que nos daña.
M. Ricard cuando le preguntan que si está triste, menciona que sí, como una emoción completamente normal de experimentar ante eventos injustos, una discriminación, etc. Pero el dice que la tristeza es compatible con el florecimiento genuino y que debe llevar a una acción compasiva. ¿Y cómo empezar a desarrollar mayor compasión por uno mismo o los demás? A través de algo tan simple como buenos deseos y el perdón.
En resumen, todos podemos crear la vida que queremos, ya que sobre lo único que tenemos el control es sobre nosotros mismos. Nuestra felicidad es una decisión. Para alcanzar nuestra libertad interior debemos dejar de lado los estados mentales aflictivos que nos llevan a ser víctimas y que muchas veces no son reales. Por el contrario, debemos reconocer el potencial de transformación que cada uno de nosotros tiene de manera innata. El cambio no es fácil, y se debe de tener un compromiso para cambiar un patrón de comportamiento. Recordar que nuestro cerebro cambia cada segundo, tanto estructural, como químicamente de acuerdo a nuestras experiencias. Por lo que si con perseverancia, construimos una vida llena de compasión y altruismo, podremos encontrar el camino a la felicidad y la trascendencia.