Meditación e inflamación
La meditación y la práctica de mindfulness han ganado terreno en los últimos años. Existen terapias que aplican estas técnicas para disminuir el estrés, aliviar la depresión, reducir la soledad y regular la inflamación. El estrés psicológico juega un rol crucial en enfermedades como artritis reumatoide, asma o inflamación intestinal, y se pueden beneficiar de estas prácticas.
De acuerdo a un estudio científico de 2019, el ejercicio aeróbico y la meditación pueden reducir la inflamación sistémica. La inflamación sistémica puede ser causada por agentes infecciosos como parásitos, hongos, bacterias, virus, etc. Ejemplo, cuando te da un resfriado se induce una inflamación sistémica. Otras causas de la inflamación sistémica pueden ser no infecciosas; por ejemplo un trauma severo como puede ser una quemadura, pancreatitis, hemorragia, entre otros. Esta inflamación sistémica se ve reflejada en el biomarcador “PROTEÍNA C REACTIVA” (PCR), lo cual aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, enfermedades autoinmunes, enfermedades metabólicas, Alzheimer o cáncer. El estrés también se relaciona a niveles elevados de la PCR. Mindfulness, en especial la práctica cognitiva de aceptación, ayudan a que las personas aprendan a manejar el estrés y a reducir la inflamación sistémica y por lo tanto los riesgos a desarrollar alguna enfermedad. Otra práctica que se ha observado que puede reducir la inflamación es el yoga, y combinado con la meditación se mejora la salud mente-cuerpo, ayudando a regular los niveles de cortisol. Los niveles de citoquinas anti-inflamatorias se ven aumentadas, mientras que las pro-inflamatorias se reducen al llevar a cabo estás prácticas a largo plazo.
La diabetes tipo 2 y la hipertensión son enfermedades que van en aumento y que en parte se deben al estrés crónico. A través de la práctica BEM, “Brain education-based meditation” por sus siglas en inglés, científicos estudiaron en un examen piloto que ayudaba a disminuir el colesterol “malo” LDL y disminuía la expresión genética inflamatoria. Además se observó que mejoraba el estado físico y mental.
Hoy sabemos que el estrés se siente en “la panza”, es decir, el estrés crónico afecta a nuestra microbiota, ya que al estar en constante modo ataque-escape se provoca la constante producción de corticotropina y catecolaminas que la perturban. La práctica de meditación, al ayudar a regular el estrés y suprimiendo la inflamación crónica, beneficia a la salud intestinal y mantener su función de barrera. Al proteger la barrera intestinal, se protege también a nuestro cerebro, evitando que un exceso de citoquinas en el torrente sanguíneo afecten al sistema nervioso central al cruzar la barrera cerebral. Un intestino permeable tiene como consecuencia un cerebro permeable. Por lo tanto, reducir el estrés también ayudará a prevenir enfermedades como Alzheimer.
La inflamación crónica acelera el proceso de envejecimiento, por lo que se recomienda llevar a cabo prácticas como mindfulness, yoga, tai-chi, entre otras, en las que se considere la mente y el cuerpo. Aun hay mucha investigación que se debe hacer al respecto, e incluso sumar otros factores del estilo de vida modificable para conocer el verdadero impacto sobre la reducción de la inflamación, o bien la expresión genética. Sin embargo, pequeñas modificaciones que puedan mejorar la calidad de vida, valen la pena llevarlas a cabo. Una manera de comenzar a practicar mindfulness es aprender a conectar con la respiración y oxigenar mejor a nuestro cuerpo.